En Arches hay formaciones que llevan en el extremo la noción del equilibrio. Como Balanced Rock, una masa oblonga de piedra que parece descansar, descentrada, sobre un pedestal de arenisca.

Pero sobre todo están los arcos. Como los que se agrupan en Devils Garden, al final de una barranca estrecha por la que discurre una vereda encajada en pedregales. Double O Arch tiene dos ventanas abiertas en la piedra, una encima de la otra.

Muy cerca asoma Landscape Arch, una locura de 93 metros de largo y sólo cinco de grueso. Es un trazo limpio dibujado en el cielo que desafía la ley de la gravedad y de los sentidos.

El favorito de casi todos es Delicate Arch, un arco solitario asomado a un precipicio. Para llegar a él hay que caminar por un sendero entre las rocas, una cuesta que no se hace pesada cuando uno intuye lo que le aguarda. En equilibrio junto al abismo, de formas delicadas –el hielo y la roca son capaces de generar elegancia- y, como todos los demás, en continua evolución.


Nadie sabe cuánto tiempo lleva en pie ni cuánto permanecerá antes de derrumbarse, con su forma de media luna jugando con su gemela del cielo. Tal vez un milenio, tal vez un día. Esta nimiedad en términos geológicos añade grandeza a los paisajes, que siempre hemos imaginado eternos. Tenemos la suerte de contemplar la belleza tallada gota a gota en la roca.

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